La obra que don Felipe no pudo realizar.
Al estudiar la historia de la Vega, uno de los personajes más importantes que hay que tener en cuenta es el que fuera alcalde en la primera etapa del franquismo. Se trata de don Felipe Marcos Merino, que además de médico titular por el que se le reconocen ciertos méritos de servicio a la población, su papel más influyente fue la regencia de la alcaldía que dio notables frutos por su dedicación, habilidad, su buena disposición y su capacidad de servicio, demostrado ampliamente al coordinar cuantos trabajos se realizaban en el pueblo beneficiosos para la sociedad aquella, con los obreros disponibles en situación de Paro Obrero, la Prestación Personal y la financiaron económica de cada proyecto que se emprendía.
Por su labor se consiguió modernizar y poner a la altura del mas avanzado de los pueblos, a la villa de Vega de Santa María, no sólo por las infraestructuras creadas, sino también por el sentido elevado de su compromiso en tres vertientes muy importantes y en entonces fundamentales: la sanidad, la educación y la cultura como ocio.
Pendiente siempre de las publicaciones oficiales, su avispada forma de actuar no dejaba una subvención correr y la aprovechaba en beneficio del que fue su pueblo, dotándole de infraestructuras necesarias para entonces vitales y hoy aprovechables, como el alumbramiento de aguas subterráneas que aún alimenta el Caño Grande, la construcción de las Escuelas o las casas de los maestros.
Don Felipe, dejó una obra sin realizar. Los archivos municipales nos dan cuenta de una sesión extraordinaria celebrada el día 9 de septiembre de 1955. A modo de anticipo de lo que se reflejará en el libro que este autor pretende publicar cuando termine el proceso de investigación histórica y recogida de datos, publicamos aquí, en la página web de Vega de Santa María, un extracto comentado de lo que ocurrió entonces:
Formaban parte del Ayuntamiento, con su alcalde don Felipe Marcos Merino y los concejales don Braulio Serrano Ibarzábal, don Wenceslao Gallego Jiménez y don Francisco Arribas Adanero. En la fecha indicada se reunieron para tomar acuerdos sobre una circular con número 1847 relacionada con la Cooperación provincial a los servicios municipales, publicada en el Boletín Oficial de la Provincia número 94 del sábado 6 de agosto de 1955.
“Ordenada la lectura, se aprobó por unanimidad:
a) Acogerse a los beneficios del plan de cooperación planteado.
b) Que a pesar de haber realizado obras recientemente de alumbramiento de aguas, habría que acondicionar tuberías de conducción a las fuentes y lavaderos públicos, a lo que no puede atenderse por carecer de disponibilidades, tanto económicas como técnicas de dirección, de cubrir mediante la correspondiente edificación, los lavaderos públicos para reservar de las inclemencias del tiempo.
c) Solicitar la forma de colaboración provincial: subvención a fondo perdido y anticipo reintegrable sin intereses, según norma 4ª del informe relacionado con el servicio publicado con número 4008, publicado en el Boletín Oficial el día 6 de enero.
d) Comprometer a garantizar la devolución del anticipo reintegrable sin intereses que sea concedido con participación municipal del 10%.
e) Ofrecer la ayuda que fuera necesaria de Prestación Personal obligatoria, así como de materiales y trasportes que en su caso podrían ser reducidos a metálico.
f) No poder ofrecer hoy el Ayuntamiento, subvención económica por no permitirlo su situación.
g) Estimarse que el presupuesto de obra solicitada no resulta elevado sin que se pueda hacer difícil el reintegro del anticipo, al estar hechas recientemente la obras de alumbramiento de aguas subterráneas que subvencionó el Estado.
h) Estimarse asimismo, que el presupuesto de obra es de 15.000 pesetas, no precisando por tanto, redacción de memoria, proyecto y croquis.
i) Prestar la completa conformidad para que el alcalde lleve a cabo toda la tramitación del expediente hasta la total realización de la obra presentada”.
La pretensión de aquella corporación fue edificar para cubrir las Charcas de Abajo, para que las inclemencias del tiempo no perjudicaran a las mujeres que realizaban la colada en cada estación del año, climatológicamente condicionada. ¡Cuánto han sufrido nuestras madres y abuelas por no cumplirse aquel propósito!