La Revista de Vega de Santa María La Vega en 1808

LA INVASIÓN DEL FRANCÉS

MAYO DE 1808, LEVANTAMIENTO EN MADRID. GUERRA DE LA INDEPENDENCIA CONTRA EL INVASOR FRANCÉS.

Y LA GUERRA LLEGA A LA VEGA

Las tropas de Napoleón, sometiendo a Ávila, acuartelados en los pueblos cercanos al nuestro, donde estaba la retaguardía cercana a la batalla de Arapiles, hicieron noche en la iglesia de allá, saquearon las paneras y silos del pueblo. Quemaron los libros de la iglesia, se llevaron los objetos de valor...

Con estos antecedentes, la Vega en 1812, jura fidelidad a la Constitución y pone el nombre a su plaza mayor. Lo hace en Velayos, junto a todos los pueblos del sexmo de Santo Tomé y elabora un documento que de manda al Gobierno de la nación, Allí hacen proclamas de ¡Viva la Nación española! ¡Viva la Constitución! y ¡Viva Fernando el séptimo! Celebran después en el mimo Velayos, con un refresco y salvas de fusilería, el trascendente acto comunitario de fidelidad.

Todo ello era consecuencia de lo que se vivió en Madrid cuando el 2 de Mayo de 1808, en la Plaza de Oriente una mujer grita "¡que nos lo llevan!; y Madrid se levanta contra el invasor

ASÍ EMPEZÓ LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Y el pueblo, defendiendo su Territorio, reivindicó los cimientos de la Nación Española que nació con los Reyes Católicos en 1492.

- Estaban en Bayona Carlos IV y Fernando VII , según había indicado Napoleón Bonaparte , y era su deseo además, trasladar a Francia al resto de la familia real española: el infante don Francisco de Paula y la infanta María Luisa , reina de Etruria, con los suyos. Francisco de Paula, un niño, llora porque no quiere irse. Y cuando lo sacan de Palacio para entrar en los carruajes, una mujer del pueblo grita: "que nos lo llevan"; en ese momento un hombre, muy excitado, salía del Palacio: "¡Traición! Nos han llevado al rey y se nos quieren llevar a todas las personas reales! ¡Mueran los franceses!". Y estas voces, de unos a otros, se escucharon en todo Madrid, que se echó a la calle porque no quería quedarse huérfano; y porque se propuso defender el territorio de España, por estimarlo propio. Era el 2 de mayo de 1808, un momento en el que la arrogancia de los invasores tenía levantados muchos ánimos.

La Monarquía española había entrado, con Carlos IV, en una espiral de despropósitos. Tantos, que favoreció de muchas maneras las aspiraciones imperiales de Napoleón, que soñaba con una Europa suya, para lo cual su estirpe emergente -él mismo- logra emparentar con las Casas Reinantes, y entroncar con los viejos blasones que se mantenían en el Poder desde la Edad Media. Aliado en un principio, amigo subyugado después, Carlos IV no era más que un peón en el tablero imperial. La Monarquía española, que aún contaba con inmensas posesiones ultramarinas, estaba en la órbita francesa y giraba a los dictados de París. Pero Napoleón Bonaparte quiso dar un paso más para hacerse con el Trono de España, en el que acabó colocando a un hermano suyo. Para lograrlo, atrajo hacia la frontera de los Pirineos a Fernando VII, con el engaño de que venía a visitarlo. Y el rey español, obligado por las circunstancias, marchó a su encuentro, para darle la bienvenida: llega a Burgos, después sigue hasta Vitoria y acaba internándose en Francia, hasta Bayona. Es donde quería tenerlo el emperador, en el que acaba abdicando. Con otras fórmulas engañosas logra que Carlos IV y la reina María Luisa se pongan bajo su amparo. Un Carlos IV hundido que escribe al emperador: "Me he visto forzado a abdicar, pero animado hoy por la plena confianza que abrigo en el genio y la magnanimidad de un gran hombre que siempre se ha declarado amigo mío, me pongo absolutamente en sus manos para que disponga como quiera de nosotros, de mi suerte, de la de Reina y de la del Príncipe de la Paz", de el inefable Manuel Godoy . Esta nota es el retrato de aquella Corte en pleno naufragio. Por eso, para desmantelarla totalmente, Napoleón pide que el resto de la familia real, con ella el Infante Francisco de Paula, se junte en Bayona. Fue la chispa del levantamiento que caldeó los ánimos de quienes no querían ser huérfanos, siendo en verdad seres totalmente abandonados.

España era para Napoleón un objetivo de excepcional importancia. Y las relaciones bilaterales fueron desde el principio manipuladas para el gran engaño. En la estrategia de Bonaparte estaba colocar en Madrid un rey francés, - su hermano José. (ridiculizado por el pueblo español con apelativos como Pepe Botella, el rey de copas,)- de la Casa Bonaparte; hacerse con Portugal, aliado de Inglaterra; y extender la soberanía a los territorios iberoamericanos y bastiones de indudable trascendencia en el Lejano Oriente, como Filipinas y las Marianas... además de las posesiones portuguesas de África. Por eso buscó la manera de instalar en territorio español importantes contingentes militares, tener controlado el poder oficial y, con él, a las unidades españolas que podían enfrentársele. La Corte era un nido de intrigas: Príncipe heredero contra sus padres; nobles buscando situarse a la vera del posible ganador, bochorno en las conspiraciones de San Lorenzo de El Escorial... el 19 de marzo de 1808, el Motín de Aranjuez consigue destronar Carlos IV y elevar al trono a su hijo Fernando VII... unos episodios que aconsejaron a Napoleón acelerar la ocupación de Madrid, iniciada el día 23 de marzo por un ejército a las órdenes de Joaquín Murat , Gran Duque de Berg. El 1 de mayo había en la Villa y Corte una poderosa guarnición imperial con mucha infantería y caballería mandada por el general Musnier ; en la plazuela del Buen Retiro acampaban unidades de artillería; y otros efectivos estaban acantonados en los alrededores, en total unos 25.000 hombres. Además, en El Escorial, Aranjuez y Toledo esperaba órdenes el mariscal Dupont con sus tropas...

Pero el pueblo, que nunca había contado para nada -siempre súbdito y fiel por nacimiento-, no se preocupó de los peligros al plantar cara, ni de contar las fuerzas de los invasores a los que menospreciaba, hasta mofarse del mismo Murat cuando transitaba de un lugar a otro. Era una población que había perdido el respeto a tantos oropeles, y, asqueada, se burlaba al presenciar por las calles de Madrid los desfiles de un ejército extraño, con aire de vencedor. El 1 de mayo, vísperas del levantamiento, se produce un alboroto ante el paso de Murat. El político decimonónico Antonio Alcalá-Galiano escribe en sus Memorias: "Pero el alboroto temido estaba casi empezando. Rebosaba la Puerta del Sol de gente, pintándose en los rostros los extremos de la pena y de la ira. Como esperando noticias de Francia, sin aguardar una buena; como contando los momentos que faltaban para dar desahogo y satisfacción a sus rabiosas pasiones. Cada francés que pasaba recibía insultos y amenazas. En esto asomó el gran duque de Berg con su comitiva. Silbidos escandalosos, aullidos feroces, gestos de amenazas, dictados por un frenesí de cólera, saludaron a tan encumbrado personaje, el cual aparentó no entender tan claras e insolentes manifestaciones".

Además, el pueblo ignoraba las noticias publicadas por la "Gazeta de Madrid" y el "Diario de Madrid" por considerarlas cercanas a la situación oficial; y así era. Ambos periódicos, al recoger los sucesos del 2 de mayo, hablan de "populacho"; un populacho que transmite sus noticias en escritos fijados en lugares transitables. Corrillos mientras alguien leía, corrillos para informar de los hechos que se producían minuto a minuto; y también para transmitir consignas. La Real Casa de Correos era el punto de encuentro en esa labor de Resistencia. Dicen que la Real Casa está en el Punto 0 de España; el 2 de mayo de 1808, demostró serlo. Era el epicentro de la Nación que surgía de las ruinas de una Monarquía que se había quedado vacía por múltiples motivos, entre ellos el de la abdicación, más o menos forzosa, a Napoleón Bonaparte; corona que recogió el corso como suya y la colocó sobre la cabeza de su hermano José, menospreciado por los españoles que nunca se consideraron sus súbditos porque ya se sentían soberanos en su tierra; y en vez de llamar a José I , Su Magestad, le colocaron el mote de "Pepe botella". Un pueblo levantado en armas ante la mayor maquinaria militar de aquel tiempo y conducido por jefes experimentados. Luchaba en minoría, con herramientas, con cuchillos, hoces y navajas; carecía de organización; no contaba con retaguardia donde pertrecharse o descansar, ni curar las heridas. Porque por no tener, carecían de oficiales de alta graduación, capaces de convertir aquel impulso en un proyecto de ejército de liberación.

Por orden de los ocupantes, de quienes de manera fantasmal ocupaban la × legalidad × , el ejército español debía abstenerse, y acuartelados estaban a la espera de nadie. Sólo hubo excepciones. El capitán Luis Daoiz no acepta las órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete , que mantenía el acuartelamiento; y se unió al capitán Pedro Velarde que está con los sublevados y grita "Viva Fernando VII, Vida España"; hasta el sacrificio. Pero, poco a poco, la resistencia era vencida; el Gran Duque de Berg dictó la orden del día: "Soldados: la población de Madrid se ha sublevado, y ha llegado hasta el asesinato. Sé que los buenos españoles han gemido de estos desórdenes: estoy muy lejos de mezclarlos con aquellos miserables que no desean más que el crimen y el pillaje. Pero la sangre francesa ha sido derramada; clama por la venganza: en consecuencia mando lo siguiente:

Art.I. El general Grouchi convocará esta noche la comisión militar.

Art II. Todos los que han sido presos en el alboroto y con las armas en la mano serán arcabuceados.

Art III. La junta de Estado va a hacer desarmar a los vecinos de Madrid. Todos los habitantes y estantes quienes después de la ejecución de esta orden se hallaren armados o conservasen armas sin una permisión especial, serán arcabuceados.

Art IV. Todo lugar donde sea asesinado un francés será quemado.

Art V. Toda reunión de más de ocho personas será considerada como una junta sediciosa y deshecha por la fusilería.

Art VI. Los amos quedarán responsables de sus criados; los jefes de los talleres, obradores y demás, de sus oficiales; los padres y madres de sus hijos; y los ministros de los conventos de sus religiosos.

Art VII. Los autores, vendedores y distribuidores de libelos impresos y manuscritos provocando á la sedición, serán considerados como unos agentes de la Inglaterra y arcabuceados".

Horas después empiezan los fusilamientos. Francisco de Goya nos ha transmitido esta escena en una pintura memorable: "Fusilamientos del 3 de mayo de 1808".

Pero en la Puerta del Sol se ha encendido la chispa que empieza a caldear a toda España. Y en esos momentos, la guerra queda declarada oficialmente por el Consistorio de Móstoles, villa cercana a Madrid, cuyos alcaldes ordinarios, Andrés Torrejón y Simón Fernández , dictan un bando cuya redacción se debe fundamentalmente a Juan Pérez Villamil , secretario del Almirantazgo y fiscal del Consejo de Guerra, que circunstancialmente estaba ese día en Móstoles. Un texto para la historia: "La Patria está en peligro, Madrid parece víctima de la perfidia de los franceses. Españoles, acudid a salvarla. Mayo 2, de 1808, El Alcalde de Móstoles". Y un texto en forma de oficio sale inmediatamente de Móstoles para recorrer España por los caminos de Extremadura: "Señores Justicias de los pueblos a quienes se presentase este oficio, de mí el Alcalde de la villa de Móstoles: Es notorio que los Franceses, apostados en las cercanías de Madrid y dentro de la Corte, han tomado la defensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; de manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha sangre; como Españoles, es necesario que muramos por el rey y por la Patria, armándonos contra unos pérfidos que, so color de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la Augusta persona del rey; procedamos, pues, a tomar las activas procedencias para escarmentar tanta perfidia, acudiendo en socorro de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los Españoles lo son. Dios guarde a Ustedes muchos años. Móstoles, dos de mayo de mil ochocientos ocho. Andrés Torrejón, Simón Fernández".

Y el bando llegó a Talavera de la Reina y siguió los caminos al sur por la ruta extremeña. Dice el escritor Blanco Withe que "...el único camino para ir a Andalucía era a través de Extremadura y el único medio de transporte, dos galeras aragonesas que, por haber parado en una pequeña venta a tres millas de Madrid, estaban fuera del control inmediato de la Policía francesa...". El 2 de mayo fue una toma de conciencia que iba, tal vez sin tener una conciencia clara de la situación, mucho más allá del odio al invasor.

Y en seis años de Guerra las tropas invasoras estuvieron en nuestras tierras. Pisaron los campos de La Vega, transitaron sus caminos y de lo que tenemos conciencia pues nos ha llegado por la tradición oral, es que las tropas invasoras alguna noche pernoctaron el “la iglesia de allá” y quedan huellas del humo de alguna hoguera debajo del coro. Los libros de la iglesia de aquella época están desaparecidos, por lo que se dificulta grandemente el estudio y podemos especular si serían las tropas de refuerzo que acudieron desde Madrid hacia Salamanca para evitar la derrota que los españoles les infringieron en Arapiles, las que deambularon por aquí.

Pero de los que no cabe duda, es que aquellos paisanos de Vega de Santa María también se sintieron humillados y menospreciados por un ejercito invasor que irrumpió en sus costumbres, contra su patrimonio y su modo de vida. También aquí se tuvo conocimiento de que algo sucedía y que no era bueno, pues rompía el concepto de Patria al que desde antiguo se había ayudado a soportar con los impuestos, los diezmos y las contribuciones económicas. Todo eso se sumaba a la reacción contraria y antipatía de los invasores.

Por eso mientras en la Guerra de la Independencia se combate, se van sentando las bases de una nación que, al sentirse soberana, necesitaba un marco institucional donde la población se situara hombro con hombro para abrirse a la Edad Contemporánea; y a la misma altura en derechos y obligaciones. Una nación de personas que desde el pasado se habían sentido nación siendo sólo parte de una herencia secular, que trascendía a las Edades. Y se propuso mirar al futuro, con una Constitución en la que se integraba la Monarquía dentro de la soberanía nacional para crecer desde fundamentos históricos. Pero Fernando VII, el rey que nunca estuvo a la altura de sus deberes, abolió la Constitución de 1812 y volvió a instaurar el viejo régimen. El de las regalías y prebendas que no aceptaba una sociedad de iguales. Lo penoso es que han pasado 200 años y la España de todos mantiene la rémora divisionista alentada por unas oligarquías políticas que aunque tengan otros nombres son las mismas de siempre. De ello aquí también se tiene conciencia, lo demuestran los resultados electorales cada vez que se consulta a este pueblo, pues, se mire como se mire, aquella conciencia de Nación, de Patria, de unidad en definitiva, ha calado muy hondo en nuestras conciencias, seguramente desde los hechos que en mayo de 2008 se conmemoraban.
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