El gran amor a los animales
Un jilguero llamado Vega
Comenzado el verano, aquella tarde de viernes, esperaba yo a que vinieran a descansar a la casa rural Duquesa de la Conquista, un grupo de amigos que querían disfrutar del fin de semana entre nosotros. Se retrasaban por los atascos de la salida de Madrid, como otros tantos viernes y uno, que ya está curado de espanto después de cinco años desarrollando esta actividad, no creía nunca que fuera a sorprenderse: sería gente normal, con sus niños ilusionados con montar en el poni, con ver los animalitos de la granja, con sus amigos para hacer barbacoa y para disfrutar de la tranquilidad de este pueblo de Vega de Santa María.
Después de haber recibido como cliente al hijo del embajador del reino de Arabia Saudí, a un sobrino de Esperanza Aguirre, a Pérez-Reverte o a Analía, hermana de Echenique, poco lugar a las sorpresas quedaban. Pero sí, ¡quedaban sorpresas! Ese fin de semana venía a la casa una chica con un corazón grande, muy grande: Eva, una persona normal, madre de familia capaz de resolver los problemas cotidianos como cualquier otra; pendiente de sus hijos de su marido, de sus cosas… todo como las demás. Pero la capacidad de empatizar y de sacrificarse por los demás era lo que la hacía especial y el amor que demostró hacia los animales y el compromiso con la vida aún la hacía casi única y la dignificaba destacando sobre el común de las personas. Y yo lo iba a descubrir en ese fin de semana en su visita a nuestro pequeño pueblo.
Esos días de mediados de julio, con una deliciosa temperatura ambiental y unos cielos limpios tan característicos de esta Castilla nuestra, apetecía pasar mucho tiempo en la calle, pues el calor no agobia, se respira paz y tranquilidad, el aire huele a limpio y es maravilloso contemplar la naturaleza que nos rodea. Los insectos acaban de nacer y pululan conociendo el ambiente donde se va a desarrollar su vida. Los pequeños mamíferos y roedores aprovechan las horas nocturnas de suave temperatura para salir a comer con su prole y husmear por el campo. Las aves marcan territorio, alegran con sus trinos las mañanas tan lucidas y todo parece estar sereno, tranquilo, sosegado y en calma. Los niños juegan, corretean, conducen sus bicis y se lo pasan fenomenal en las amplias y luminosas calles de Vega de Santa María. En la casa rural, padres y niños visitan la granja, disfrutan viendo los animalitos y dándoles de comer, los cogen, los acarician, los ponen nombres y así fomentan su amor por las diferentes especies que comparten planeta con el ser humano.
Que los niños sean educados en estos valores, es fundamental para su desarrollo y su formación y poder afrontar con más garantía de éxito su tránsito hacia la edad adulta y su comportamiento en la vida en el futuro: Se trata del respeto a los animales, del cariño hacía ellos y del esfuerzo que tenemos que hacer para que nuestros animalitos tengan un mundo mejor.
Así debió de educarse Eva y sus padres debieron tener muy claro estos principios, pues los hechos que les vamos a relatar van en este sentido. Eva se comportó como una persona educada en estos parámetros, pero con un aliciente más: estaban presentes sus hijos y no hay mejor manera de enseñar que predicar con el ejemplo.
Después de la visita a la “granja de Mis Amigos Los Niños” con los pequeños de la casa rural, vamos a montar en pony y pasean con ellos calle arriba y calle abajo, haciendo que disfruten de lo lindo con esta actividad. Los padres observan orgullosos a sus hijos y se fotografían e interactúan con ellos, mientras descansan a la sombra de las acacias, sentados en una piedra donde está escrito: “Aquí se sientan los más guapos”.
En eso estábamos aquella mañana del 13 de julio de este 2019, cuando Eva, que veía disfrutar a sus niñas montando en la pony Paulina, descubrió que habían caído al suelo, cerca de la escultura del oso de piedra, una pareja de jilgueros que aún no tenían plumaje suficiente para abandonar el nido. Sin plumas, con hambre, doloridos por la caída, sus condiciones de vida, nada hacía presagiar que pudieran sobrevivir sin la ayuda de sus padres. Así lo certificó después la pérdida de uno de ellos, al que nada se pudo hacer por salvar su vida. Al otro había que darle una solución para que siguiera vivo: ¿Devolverle al nido? ¿Dejarle en el suelo por si los padres se ocupan de él? Cualquier otra situación era dramática… y al final era un simple pajarillo sin importancia que bien podría ser alimento de algún gato u otra alimaña.
Pero no, para Eva era algo más que un simple pajarillo. Era un ser vivo que necesitaba ayuda y con el que se iba a poner a trabajar para salvarle la vida aunque la costara mucho y así, de paso, que sirviera de lección para su pequeñas que podrán ver en su madre un ejemplo y un buen modelo a imitar en su comportamiento futuro.
Eva cogió al pájaro, lo acunó entre sus manos, buscó en la casa rural un acomodo propicio entre algodones, le aportó calor y el amor necesario para que aquel jilguero de pocas horas de vida y menos plumas, pudiera estar cómodo. Buscó comida y se la puso en el pico. La costó que comiera, pero su perseverancia, paciencia, constancia y persistencia, dándole de comer cada dos horas unas especiales papillas de insectos, la permitió que el pájaro saliera a flote, sin olvidar las curas y cuidados que tuvo que hacerle frotando ajo y otros remedios naturales, en las patitas tan dañadas por la caída y saneando su garganta plagada de ácaros. ¡Le cuidaba como si fuera un bebé!
Dos meses duraron esos cuidados especiales hasta que nuestro jilguero salió adelante. Ahora había que ponerle nombre: ¡Vega! Se llama Vega. Y con ese nombre Eva, que tiene un corazón muy grande, ha dado de pleno en el nuestro con las flechas de la emoción.
Hoy, en la “granja de Mis Amigos Los Niños”, en un rincón he colgado una jaula de jilgueros con comida y con la puerta abierta, por si algún pájaro quiere entrar. A ese rincón le he llamado “El rincón de Eva”.
Postdata.
Este tercer fin de semana de octubre nos ha visitado Laura, compañera de trabajo de Eva, que ha venido a la casa con los padres de los amiguitos de sus hijos por las indicaciones y recomendación de ella. Laura nos ha contado más cosas de lo buena y exitosa compañera que es Eva y nos ha dicho que ha sido capaz de sacar adelante a Vega y como no ha dejado ni un segundo de ofrecer al pajarillo el cariño y la dedicación que precisa.
Ahora está esperando a que el jilguero sea más autónomo para entregarle a una asociación para recuperación de la fauna autóctona, donde seguramente sea tratado por profesionales y especialistas que permitirán a nuestra Vega ser autónoma y poder vivir en libertad.